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El Cenit - Entre líneas y versos
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Elina Torres Verdugo

 

Escritora, poeta y artista plástica chilena. Actualmente reside en la ciudad de San Fernando. La escritora ha participado en una serie de antologías, publicaciones de libros sobre literatura infantil y poesía. También cuenta con premiaciones como: “Reconocimiento a la trayectoria cultural”, entregado por la Agrupación Artistas Locales de San Fernando, 2020 y un reconocimiento a su Participación activa en Encuentros de Escritores, Talleres y Grupos de Poesía.

Los siguientes textos forman parte el libro Poesía Face To Facebook. El primero es un cuento titulado: “El último truco del Payaso Pastelito”. Esta historia nos cuenta los trucos del Payaso Pastelito, el menor del afamado circo de “Los Tachuelas”, que se presenta por 15 días en la ciudad de San Fernando. Se continua con un poema con el título: “Tiempo”. En estos versos se muestra a través de imágenes y metáforas, la realidad de un anciano viviendo sus últimas horas en un hogar de ancianos. Dejando en lo más profundo de los lectores un vacío inexplicable, como el hombre del mito de la caverna de Platón, solo él y su sombra habitando la soledad impenetrable. Es así, como la escritora por medio de este espacio nos comparte estos textos para poder disfrutar de los versos y sus cuentos.

Cuento

"El último truco del Payaso Pastelito” (Extracto)

En la ciudad de San Fernando, se acababa de presentar por quince días y en tres funciones, un circo chileno muy grande y colorido, llamado "Los Tachuelas". Cuando llegaron a la ciudad, al hijo menor de Papá Tachuela, llamado "Pastelito", se le ocurrió salir a dar un paseo montado en un enorme elefante. De pronto, un Carabinero que estaba de turno detuvo el paso de los vehículos…

Cuando el payaso Pastelito finalizaba su actuación por el centro de la ciudad, se acercaron tres enfermeros con una camilla para retirar al uniformado de verde, ya que alguien había denunciado que el carabinero había enloquecido. La galería ya estaba repleta a eso de las tres de la tarde. De pronto, se apagaron las luces, comenzaba la música, y sobre los cielos de la carpa trepaban, cual araña veloz, el elefante y Pastelito. Nadie entendía como un animal tan enorme, podía sostenerse en el aire, realizando atrevidas piruetas. Sobre una cuerda del trapecio, había una coqueta hormiga amaestrada que también se podía apreciar por medio de una pantalla gigante y la ayuda de una lupa telescópica. La actuación consistía en que el elefante tenía que ir saltando al juego del "luche" por sobre la cuerda y buscar adentro de la boca de la hormiga, un pequeño trozo de papel que decía: "El que conserve este papelito, será premiado con una actuación junto al "Gran Ilusionista", en la función del próximo domingo".
Como el Pastelito era tan desordenado y travieso...había unido la punta de la cola del elefante

a la correa de la cámara fotográfica del hombrecito de las fotos…

La hormiga por su parte, esperaba su turno y reclamaba a los trapecistas varones..."que era injusto que pusieran a un elefante como su compañero". De pronto se sintió el "Flash" de una cámara, tironeando de la cola al pesado ejemplar, dejándolo caer sobre las redes protectoras del circo. De un salto, el fotógrafo se incorporó de su abrupta caída y detrás de la oreja derecha, aparecía pegado el papel que tenía la hormiga.

- ¡Oh! dijo el mago ¡Veo que has sido el elegido para hacer desaparecer este circo!

El fotógrafo desorientado obedecía las órdenes del mago y comenzaba a inflar: el primer globo y nada, estaba roto...

El mago salió al escenario, seguro de la misión que le había encomendado al hombrecito.
Grande fue la sorpresa, al comprobar que adentro de una caja, había un enorme globo con forma de elefante, que lentamente comenzaba a elevarse más y más alto.
La gente aplaudía desenfrenada... Detrás de las orejas hizo desaparecer desde la camilla del hospital San Juan de Dios, al carabinero que delirando decía:

-Me siento en las nubes... creo pertenecer a un gran circo...y ahora voy bajando a la tierra.
¿Dónde está mi pito de servicio?... ¿y mi gorra?

El travieso payaso se rozó la cara, retiró el antifaz dorado, se puso la peluca color zanahoria y con su inigualable traje de payaso… Pastelito, les había gastado una broma a todos.

Poesía

El anciano ve pasar el tiempo

sobre el ocaso.

Observa sus manos que alguna vez

fueron paraguas

o sombras

o nidos.

El anciano canta

con su voz diminuta un tango añejo,

un tic-tac

con pulso lastimero.

Es como una ventana que flota abierta

y golpea los quebrados costados de un rayo de luz,

que somete toda tibieza.

El anciano vaga solo,

deambula con una caja invisible

sobre sus hombros.

Él no sabe,

si será su último cuarto sin luz

o quizás un brasero con cenizas ajenas.

El anciano es un anciano,

cuando le cuelgan una cruz pequeña cada noche.